Desde la asunción de Javier Milei al gobierno, el desempleo creció 32,4% y la desocupación alcanzó a más de 1.000.000 personas. En este sentido, un informe de la Universidad de Buenos Aires resaltó que esos niveles que hablan del deterioro significativo de las condiciones sociales de la Argentina son “similares” al momento de la salida de la pandemia, en septiembre de 2021.
Según los números analizados, “la relación entre empleo e ingreso revela que en la Argentina actual el trabajo no supone la inmediata mejora de las condiciones materiales de las personas”.
Este escenario muestra que en la Argentina de Milei no hay lugar para la producción y el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas. El titular de la Asociación de Empresarios y Empresarias Nacionales, Leo Bilanski, alertó por la caída de un sector clave en la generación de puestos de empleo: por la recesión, el desplome del consumo y la incertidumbre, cada día cierran 50 pymes, de acuerdo al relevamiento que han hecho desde la organización, que estimó que desde diciembre han cerrado sus persianas unas 10 mil compañías.
En este océano de alarmante retroceso resulta interesante destacar que miles de las personas que hoy sufren las políticas definidas por Milie, fueron los mismos que con su voto lo llevaron al poder, cristalizando la tétrica imagen de una curiosa multitud ingenua y profundamente inocente obsequiando un hacha a su propio verdugo.
Muchos de estos votantes subidos a narrativas impulsadas por redes sociales despotricaron en hirvientes cóleras, reproduciendo mantras en relación a planes sociales, supuestos hechos de corrupción y hasta estigmatizando alimentos como la polenta, adjudicando un peso simbólico que hacía eco de la pobreza y el clientelismo político. Hoy estos fallidos leones libertarios son quienes deben recurrir a alimentos como la polenta para afrontar las crisis económicas familiares que generaron sus pérdidas de sus fuentes laborales, con el agravante de que numerosos comedores populares fueron recientemente cerrados por definición del mismo gobierno que los dejó sin trabajo.
La elección de gobiernos de derecha por parte de sectores populares materializa un preocupante acto de ingenuidad política, especialmente cuando las políticas implementadas por estos gobiernos resultan en la pérdida de derechos y el deterioro de la calidad de vida de quienes los eligieron. Un ejemplo claro de esto se da en la apertura de importaciones, que puede socavar la producción local al no poder competir con productos extranjeros de menor costo, resultando en la pérdida de empleos y el cierre de pequeñas y medianas empresas. Además, el aumento de tarifas de servicios públicos, como energía y transporte, tiende a afectar de manera desproporcionada a las clases populares, que destinan una mayor proporción de sus ingresos a estos gastos. Según Atilio Boron en su libro América Latina en la geopolítica del imperialismo (2012), estas políticas suelen ser justificadas por discursos neoliberales que prometen modernización y desarrollo, pero que en la práctica benefician principalmente a las élites económicas y al capital transnacional. Boron argumenta que la falta de educación política y la manipulación mediática pueden llevar a sectores populares a votar en contra de sus propios intereses, creyendo en promesas de mejora económica que rara vez se concretan para ellos.
En contextos políticos, se observa a menudo un fenómeno donde sectores de la población votan por candidatos o partidos cuyas políticas, en última instancia, pueden perjudicar sus propios intereses. Esto se asemeja a la idea freudiana de la compulsión a la repetición, donde los individuos, inconscientemente, eligen situaciones que replican experiencias dolorosas del pasado. En su obra El malestar en la cultura (1930), Sigmund Freud sugiere que esta tendencia puede estar relacionada con un deseo inconsciente de reexperimentar situaciones de sufrimiento, quizás como una forma de intentar resolver traumas no resueltos. Aplicado al ámbito político, esto puede explicar por qué algunos votantes de clases populares eligen a gobiernos de derecha que, a través de políticas en favor de las clases dominantes, terminan aumentando los costos de vida de los más vulnerables. Freud postula que este comportamiento podría ser visto como una elección de “tu propio verdugo”, un acto de autodestrucción simbólica que refleja una profunda ambivalencia en el deseo de protección y castigo por parte de figuras de autoridad.