Más precarización, menos derechos y pocas expectativas arman un círculo vicioso en el que no encuentran dónde apalancarse para imaginar un futuro mejor. Cómo impactan los últimos datos laborales en el apoyo de los varones jóvenes a Javier Milei.
Los últimos datos del mercado laboral ratifican una tendencia que preocupa: el desempleo en la juventud se mantiene en niveles que duplican la tasa general y configuran una realidad donde el 70% trabaja en la informalidad y el 60% es pobre. Más alarmante aún, el nivel de indigencia para dicha franja etaria es del 21,2%. La realidad se agrava si se mira la situación de los jóvenes de barrios populares: el 43% trabajó por primera vez cuando tenía 15 años o menos y el 90% lo hace en la informalidad. Acceder a un empleo registrado es la excepción.
Los datos -oficiales y privados- muestran cómo la situación laboral y la crisis de ingresos impactan en las familias argentinas: un 66% tuvo que recortar los gastos del hogar y, en lo particular, el 35% se vio obligado a ajustar sus consumos de alimentos. Esta situación obliga a muchos jóvenes a abandonar la escuela para empezar a trabajar y contribuir a la economía del hogar, generalmente con salarios que apenas llegan al mínimo, que están por debajo de la canasta básica de subsistencia y que, mucho menos, permiten acceder a un techo donde vivir: 4 de cada 10 jóvenes viven con sus padres o abuelos porque no pueden acceder a una vivienda.
Así, tras un año de gestión de Javier Milei, el aumento de la desocupación, la subocupación y la ocupación demandante elevó la presión sobre el mercado laboral dando cuenta de amplios segmentos de la población que se ven en la urgencia de complementar ingresos laborales y que enfrentan peores condiciones de contratación. Lejos de revertirse en lo inmediato se estima, además, que la situación empeore si se tiene en cuenta el objetivo del gobierno de limitar los aumentos salariales para que no superen la inflación mensual, es decir, sostener el ancla salarial a costa del menor consumo y acceso a bienes esenciales de la población.
Menos trabajo y más informalidad
En 2024, la economía se contrajo 1,7% anual como resultado de la crisis del consumo privado (-4,2%), consumo público (-3,2%) y la caída de dos dígitos en la formación bruta de capital fijo (-17,4%). El único componente con desempeño positivo fueron las exportaciones (+23,2% vs 2023). Por sector de actividad, seis ramas sufrieron una baja significativa, lideradas por construcción (- 17,7%), industria (-9,2%) y comercio (-7,3%). En contraste, mostraron crecimiento los sectores vinculados a actividades primarias: agropecuario (+31,3%) y minas y canteras (+7,4%).
Este escenario económico es clave pata entender qué pasó con el mercado de trabajo. Los últimos datos muestran, al cuarto trimestre de 2024, que la desocupación subió del 5,7% al 6,4%, los ocupados demandantes pasaron 15,5% al 16,6%, y la presión sobre el mercado de trabajo trepó del 27,4% al 29,4%. A la vez que los asalariados no registrados crecieron del 35,7% al 36,1% y los cuentapropistas del 22,6% al 23,8% mientras, a contramano, el trabajo asalariado se contrajo 1,2 puntos. Esto refleja un incremento de ocupaciones fuera de la cobertura legal y sin protección social, en un contexto donde la mayoría de los nuevos trabajadores acceden a empleos de subsistencia ante la falta de alternativas en el mercado laboral.
En ese sentido, sobresale la situación de la población joven ya que, de acuerdo con los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH-INDEC), la franja de a 14 a 29 años (según la medición oficial) tiene tasas de actividad y empleo que están entre 10 y 20 puntos por debajo del promedio general mientras duplican el guarismo de desempleo. En lo concreto, la tasa de desocupación de las mujeres jóvenes fue de dos dígitos (13,8%) en el cuarto trimestre de este año, lo que implica 0,4 puntos más que en igual trimestre del 2023, y se ubicó 7,4 puntos por arriba del nivel de desocupación total. Por su lado, los varones jóvenes de igual franja etaria registraron un nivel de desempleo del 12,5%, esto es 1,0 punto más que en igual lapso del año previo, siendo este segmento el que evidenció el mayor incremento interanual en la población desempleada cierre del 2024. La tasa juvenil masculina quedó 6,1 puntos por arriba de la general, en este caso.
Lo anterior evidencia los problemas de larga data que afectan a este grupo etario, agravados en el caso de las mujeres por las mayores barreras al momento de ingresar y permanecer en un puesto laboral fuera del hogar, en tanto que evidencia cómo en el primer año de gestión de La Libertad Avanza, parte del segmento que más apoyó a dicho partido político -los varones jóvenes- fueron al mismo tiempo los más golpeados por la pérdida de puestos de trabajo (la tasa de empleo cayó de 49% a 46%, siendo la de mayor contracción entre los diferentes grupos etarios).
“Al focalizar en la población juvenil, los resultados se vuelven aún más alarmantes: 7 de cada 10 trabajadores jóvenes están precarizado (70,8%). El 62,1% se explica por la ausencia de contratación laboral o modalidades precarias, principalmente asociadas a que sus empleadores no los registran. Por su parte, hay un 8,6% adicional que corresponde a jóvenes cuentapropistas o asalariados/as formales estables que tienen ingresos inferiores al salario mínimo, vital y móvil (SMVyM)”, indicó un informe socio-laboral del Instituto Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP). Asimismo, advirtieron que entre las y los jóvenes de 18 a 24 años el 12,6% son indigentes.
De hecho, la falta de ingresos suficientes se vincula directamente con una problemática creciente en nuestro país, la imposibilidad de acceder a un techo donde vivir. Solo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 4 de cada 10 jóvenes viven con sus padres o abuelos porque no pueden acceder a una vivienda. Así lo indicó un relevamiento de la Fundación Tejido Urbano, que mostró que entre 2 y 2,5 millones de personas de 25 a 34 años no tienen acceso a una vivienda ya que “no cuentan con ingresos suficientes para mudarse o carecen de ahorros para cubrir los gastos asociados con la independencia”. Según indicaron, en 2004 el 35% de los jóvenes –cerca de 2 millones- no había podido dejar la casa de sus mayores. Entre ese año y 2012, el número de jóvenes no emancipados bajó hasta 1,7 millones, pero ya en 2016 se registró que el 39,1% de los jóvenes vivía sin haberse podido emancipar. A partir de ahí, los jóvenes no emancipados se mantienen en un promedio de 39%.